sábado, 4 de marzo de 2023

OVEVE

 

Don Leito, el Hombre que aprendió a volar a cambio de una cojera.

      J Britez.                                                                                                                                

Cuando conocí a Don Leito  parecía un pajarito o solo un cúmulo de ropas o trapos en aquel rincón del Hospital de Luque. Donde fui de chófer llevando una paciente.

Rebuscaba entre sus hules algo que no entendía hasta que ví en su mano su guampa y la bombilla del mate.   Me acerque y le ofrecí Yerba y agua caliente de mi termo, me miró con sus ojitos de pájaro, aceptó que le cargue la yerba y me soltó una frase que me abrió un mundo.        

                      -Ndeiko re veve avei, me digo.

                      - Avevete le dije.

                        -Che aveve – remato.

Cuando me pregunta si yo vuelo creía  que se refería si era  sano o ágil, y le conteste que sí. Pero cuando me dijo que volaba vi que su charla iba por otros andariveles.

Me senté a su lado y empezó una mateada mientras su nieto, me dijo, fue a pedir turno para su atención.

                        -Entonces nde re veve, dije yo intrigado, queriendo saber más de este anciano chiquitito enjuto y de edad  indescifrable.

Levanto la botamanga del pantalón y me dijo

                  -Esto me hizo volar-

Vivía en zona de Colina Montiel. Allá por el Ypoa  cuando aún existían eso altos bancales que en tiempos de crecida llenaban el gran lago.

Don Leito ejercía el oficio de Mariscador,

-Me gustaba el olor de la selva,  me decía,

- Por las noches olía a vida y muerte, podía descifrar el andar del Cuatí, del Kuriju o del rico Carpincho.

Don Leito aparecía por el poblado con su macate de carne silvestre cuando abundaba.

Aquella noche el Ocelote le marcó la pierna para siempre y aprendió a volar.

.

Ya casi amaneció cuando Don Leito  avivó el fuego para calentar el mate y acabar de cocinar el Ypaka´a  que hacía horas dejó estacado al costado de la fogata.

Entre tantos sonidos de aquel monte que bullía vida, Don Leito estaba atento al bufido del Ocelote, podía estar en Celo o estar criando pensó.

Una madre recién parida era una tormenta, y sí; eso fue.

 En un costado del barranco y entre el pedregullo dormitaban unos pequeños Ocelotes, estos tigrillos se despertaron con hambre y empezaron a maullar, la madre que también cazaba  se acercó amenazante al sitio donde estaba el sobrado de Don Leito. Y cuando vio que aquella cabellera brillante se acercaba corriendo le pillo sentado y con la pava en la mano. El primer embiste lo esquivó y el felino se arqueó en las raíces del ybahay . Al ver que volvía al ataque, Don Leito se levantó e inició una carrera camino al borde del barranco, desde allí decidió saltar al arroyo que alimentaba el Ypoa y que estaba con mucha agua por la crecida.

            - Amanecía, me dijo.

            - Y estiré mi cuerpo para caer al agua y escapar de la Madre enojada, pero ella también saltó y hundió sus garras en mi pierna derecha, el dolor fue intenso, me cortó la respiración y me frené.

            - Vi abajo el agua correr, un Tuyuyú pescaba en la orilla, el sol empezaba a colorear y vi al Ocelote caer y le seguía un chorro de sangre que manaba de mi pierna.

           -Todo eso vi, - me dijo e hizo una pausa para sorber su mate.                                                     2

       - Cuando  recobré la respiración mi cuerpo se desestabilizó, como cuando sopla el viento en el  lago entre los pirís y estás acostado en el cachiveo.

      -Me asusté, estaba suspendido en el aire y la sangre manaba de mi pierna mientras el sol cegaba mis ojos.

A don Leito le encontraron  al medio día casi desangrado sobre el cadáver de aquel tigrillo reventado en una piedra al costado del arroyo.

Cuando contó que se salvó porque aprendió a volar el médico dijo que eran alucinaciones por la pérdida de sangre.

Su única hija le regañaba cada vez que él decía que la hembra de Ocelote le enseñó a volar a cambio de dejarlo rengo para toda la vida.

       -Según  akuera, me dijo.

         - Volví varias veces al barranco, la altura era considerable y abajo había piedras, era    imposible que yo sobreviviera y aquella madre tigre recién parida no podía amortiguar el golpe.

Al año cuando volvió la crecida me encontré en el mismo sitio, sin proponerme, estaba yo más torpe y la caza no fue abundante. Calculé si saltando caería al agua sin tocar las orilla, me desnudé y corrí.

Allí llegó el nieto ya con un papelito del orden que le tocaba para consultar el abuelo. Le explicó qué hizo y dónde desplazarse para ser atendido y le comentó que posiblemente tendrían que estar allí toda la mañana.

Pedí al nieto, para ganar tiempo, si podía ir a una despensa a por yerba mate. Aceptó sin rechistar.

-          Gracias por acompañar al abuelo, me dijo y se fue.

Anhelaba yo seguir oyendo el relato. Don Leito se preocupó en hacer sonar una pequeña radio a pila que chirriaba y respondía con alguna música según cambiaba el dial dándole unos golpecitos.

Le pasé un mate.

Y al año no había hembra recién parida para correr, le bromeé.  El sorbió la bombilla y me miró.

       -No me creés, me dice.

- Abuelo, ejuke -le dice el nieto y le lleva a su consulta.

De dónde son, le dije al nieto. De la Isla Mocito entrando por Valle Apua, me dice.

 

Esperé que terminen la consulta y me hice el encontradizo con ellos.  Era ya pasado el medio día y me tocó buscar antes a Fernadito en la Facultad que había venido por unos papeles. Se interesó por la historia y fuimos a hacer guardia en el Hospital.

Les vimos salir llevando un bolsoncito en la mano, el nieto le había comprado unas empanadas y una gaseosa.

-          Mba`epa Don Leito, le saludé.

-          Es el señor con quien hablabas, - le dice el nieto.

-          ¿El que vuela?, dice.

-           Noo Don Leito nde la re veveva, le digo-

 

Allí prestó atención.

El nieto ruboroso explica que su abuelo habla cosas de calucar nomas y no hay que hacerle caso.

Mi amigo Fernandito les saludó y les pregunta dónde van.

-          A la Terminal a agarrar un micro, dice.

-          Fernando les explica que el es de Yaguaron y hay sitio en el vehículo si querían ahorrar tiempo y dinero y podríamos acercarle,

-          Aceptaron de inmediato e iniciamos el camino.

-          Fernandito manejaba su Jeep y a su lado el nieto. En el asiento de atrás me sente con Don Leito y sin hacerle ninguna observación siguió el relato.

-          _había pasado un año y volvió la crecida, subí al barranco, me desnude y corrí, más me acercaba al borde más corria y me olvide la cojera.

-          Don Leito me conto como se desprendió del barranco y floto. mientras relataba el miraba por la ventanilla abierta del coche, el viento le hacía volar el pelo canoso y le acompañe en su vuelo.

 

-           

-           Me fue relatando como se acercó al rio y lo fue sobrevolando, me conto que una pareja de guacamayos le acompaño un trecho.

-           De una familia de Carayás que aullaban de árbol en árbol como asombrados por ver al hombre volar.

-              -me llevaba el viento del agua, me dice.

-          A Don Leito le encontraron al dia siguiente desnudo y magullado caminando cerca del lago.

-          Je je, me dice.

-          Supongo que me golpee con alguna rama. Es que yo aprendí a volar pero no  sabia aun  y siguió la risa.

-          Cada vez mas raro decía la gente, sus vecinos de Valle Apua se reían de las cosas que decía.

-          Esta loco, decían.

-          Me miro y me dice

-          _no me estás creyendo.

 

 

4

Fue cuando mi hija y yo fuimos a vivir a la Isla Mocito, en el medio del Lago Ypoa. Por allí no había ningún cristiano aun y así subía a los arboles más altos y me lanzaba a volar, volaba, no tenia ninguna otra intención. Solo volar nomas.

                        Les dejamos en Quiindy y nos conjuramos volver a verle.

   Mi amigo Fernandito se lio con varios proyectos y tardamos en volver.

Quiindy queda como a 100 km de luque  y a mitad de camino por la misma carretera dos en YAguaron vive mi amigo Fernando. El me contaba de los vuelos de Micaela en su valle y que era conocido por todo el pueblo. Era nua bruja  hechicera que merece un relarto aparte,. TAmbien conocíamos la historia de una anciana muy anciana curandera del pueblo de Caazapa que la gente decía que volaba. Ella nos conto que deseaba morir pero que la parca se buerlaba de ella, se la acercaba, la olia y la dejaba ir. Hice muchas cosas malas nos dijo y ya no sabemos cuanta eded tenia. Pero eso es otro relato.

Preguntamos por Don Leito y la gente si le recodaba,  era un viejito loco que decía cosas ingueroviables , decían.

Nos enteramos que la gente hablaba de un gran pájaro que en las noches sobrevolaba el Lago Ypoa. 

  Puede que sea un mbopi guazú, o un taguato rubicha.

O un chupa cabras.

Un pora.

Y la gente tenía miedo.

Don Leito nos había dicho que volaba nomas, sin propósito y que la herida del Jaguarete i en la pierna le hacia perder el equilibrio, aveces como un avión coli decía, o como una pandorga que perdia el hilo y se venia para abajo.

Las luciérnagas eran su mejor escondite, jugaba con sus colores en la noche, se quedaba quieto en el aire y se le posaban en todo el cuerpo, se sentía una constelación como parte de la via láctea pero en verde, hasta que la herida le daba un tiron y se desparramaba para abajo como un trapo viejo.

Un dia le agarro una tormenta y vio como caían los rayos, vio las correntadas de pequeños arroyos que crecían y alimentaban las aguadas, el viento le zarandeaba, cerró los ojos y con los brazos abiertos se dejó llevar, la oscuridad le envolvió , de eso le vino la pulmonía , la pérdida de peso y las fuerzas para subir a los árboles.

Los pescadores no se atrevían adentrarse mucho en el Lago Ypoa.

Nosotros sabíamos que era Don Leito.

Aquel que un día me pregunto si yo también volaba.

Y le dije que si.




 

                                                                                         Opá

                  2 diciembre 2022

                  J britez

 

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